Cada año el 21 de febrero se conmemora el Día Internacional de la Lengua Materna y el Decenio de las Lenguas Indígenas, instancia instaurada por la UNESCO como una forma de hacer frente a la desaparición acelerada que han experimentado las lenguas indígenas en los últimos años a nivel mundial.
Estudios sostienen que manejar más de un idioma -cualquiera sea este- aporta una serie de beneficios cognitivos relacionados con la memoria, mejora el rendimiento en tareas de control ejecutivo, beneficiando también el retraso de la aparición de síntomas de demencia, según revela un reportaje de la BBC[1].
No obstante, como resultado de los procesos colonización, exterminio y dominación sobre los pueblos indígenas, las lenguas originarias han sido puestas en un lugar de minorización producto del prejuicio y la discriminación de la cual han sido objeto los pueblos indígenas en el mundo.
Rafael Echeverria (2005) señala que el rol del lenguaje es clave para comprender los procesos sociales, sin embargo, pese a la cantidad de aspectos positivos que el aprendizaje de idiomas brinda a las personas, la resistencia para que niños y niñas aprendan una lengua indígena surge en muchas ocasiones desde las propias familias.
“Una mamá me dijo que no quería que sus hijos aprendieran la lengua williche que nosotros enseñamos en la escuela, entonces le dije al niño que dijera a su mamá que su apellido significaba mirada mágica. Al otro día, la misma madre me respondió que aprenda no más mi chico (expresión chilota) la lengua williche. La negación viene muchas veces desde la ignorancia y los tratos discriminatorios que han dificultado a los profesores hacer entender -más a los grandes que a los pequeños- que ser indígena es algo nuevo”, relató Héctor Leiva, figura reconocida como maestro y cantor vinculado a las comunidades mapuche del archipiélago de Chiloé en el documental “La Primera Música”, serie de seis documentales sobre la música de los pueblos originarios en Chile.
Silvia Castillo, Doctora en Educación y Directora de la Dirección de Pueblos Originarios de la Universidad de Los Lagos agrega que es importante reflexionar sobre el aporte que realizan las lenguas originarias porque “día a día utilizamos expresiones del quechua, del aymara, de la lengua mapuche y sus distintas identidades territoriales. Por tanto, es importante saber cuántas lenguas originarias se hablan en Chile, independiente de su vitalidad, lo cual responde a procesos socio históricos”, sostiene.
En específico, el pueblo Mapuche como todos los pueblos del mundo es diverso a nivel territorial, identitario y lingüístico. Posee identidades territoriales diversas, tales como: lafkenche (gente del mar), nagche (gente del bajo), wenteche (gente de los valles), pewenche (gente de la cordillera) y williche (gente del sur).
Asimismo, posee distintas variantes lingüísticas, para el caso particular de la Fütawillimapu (grandes tierras del sur), territorio mapuche en el cual se emplaza la región de Los Lagos existen dos variantes: El che süngun o tse süngun, correspondiente a la provincia de Osorno y el willichedungun de la provincia de Chiloé, como lo ha denominado el kimelfe Hugo Antipani.
Como tales, los derechos lingüísticos de los pueblos originarios se encuentran consagrados en instrumentos internacionales de derechos humanos, como el Convenio 169 de la OIT, suscrito por Chile desde 2009, y se ha hecho parte de la Declaración Universal de Derechos de los Pueblos Indígenas de Naciones Unidas de 2007. Ambos instrumentos consagran la importancia de las lenguas indígenas y promueven su revitalización.
Desde la Dirección de Pueblos Originarios, les invitamos a valorar las lenguas indígenas y seguir avanzando en procesos de revitalización lingüística, como una forma de aportar a la construcción de un país más inclusivo y respetuoso de la diversidad cultural.
José Luis Vargas
Periodista, Dirección de Pueblos Originarios Universidad de Los Lagos
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