Jefe de Magíster en Educación Matemática
Departamento de Ciencias Exactas, Universidad de Los Lagos
Más que un enemigo del aprendizaje, el celular puede transformarse en un aliado para desarrollar el pensamiento estadístico. La nueva ley chilena que regula su uso en los colegios abre una oportunidad para educar en el análisis crítico de datos y en una ciudadanía digital consciente.
Durante años, el celular ha sido visto como el gran distractor del aula: un intruso que roba la atención y dispersa el aprendizaje. La reciente ley que prohíbe su uso en los colegios parece reforzar esa imagen. No obstante, su excepción —el uso pedagógico justificado— abre una grieta luminosa. En ella florece una posibilidad distinta: convertir el smartphone en una herramienta para cultivar el pensamiento estadístico.
Más que prohibir, se trata de enseñar a mirar el mundo a través de los datos que generamos cada día. El celular, mediado con intención didáctica, puede actuar como un sensor social que conecta la experiencia cotidiana con la interpretación estadística. Permite que estudiantes recolecten datos reales, reconozcan la variabilidad, detecten patrones y formulen inferencias a partir de su entorno. Esto es, la estadística se vive cuando observamos el mundo con preguntas y datos.
Imaginemos una clase donde el aula se convierte en laboratorio ciudadano: el grupo registra, con sus celulares, la frecuencia del transporte local, el número de pasos que dan al día o el nivel de ruido en distintos espacios del colegio. Luego, analizan esos datos en tablas, construyen diagramas de caja, comparan distribuciones y discuten interpretaciones. Así, la estadística se vuelve conversación viva, una forma de leer la realidad con curiosidad y sentido crítico.
Educar en estadística hoy implica enseñar a usar el celular con conciencia, ética y propósito. En tiempos donde los datos habitan nuestros bolsillos, apagar el celular no basta; hay que encender el pensamiento.

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